martes, 13 de agosto de 2013

Hoy presento a...


Este es mi gato "zarpas" de Cereceda



Me gustan los caballos


Este caballo lo he visto en las fincas que tengo en Llames y este fue el saludo





La niña y el mar





Había una vez una niña a la que le encantaba el mar.  Decía que el mar era como una rosa, guapo y alegre. Pensaba… ¡que el mar era genial!

A la niña le encantaba ir todas las mañanas a ver las olas del mar. Aunque ella había veces, que veía en la tele que el mar era malo y los niños se ahogaban en él. Que había peces raya y algún tiburón.

Ella no se creía nada, porque cuando ella tocaba el mar, estaba tranquilo y no había ni una ola.

Los padres cuando le decían que iban a la playa, ella cogió muchos bañadores para bañarse mucho. Fue genial y lo pasaron fenomenal.

No le gustaba el invierno, ni el otoño, porque no se podía bañar. Pero le encantaban el verano y la primavera porque si se podía bañar.

Hasta que un día cerraron la playa por que había en ella tiburones martillo. La niña que se llamaba Anabel, no se lo podía creer y empezó a llorar por no poder meterse en el mar.

Pronto  cazaron los tiburones y pudieron ir a la playa.


Había una vez una niña a la que le encantaba el mar.  Decía que el mar era como una rosa, guapo y alegre. Pensaba… ¡que el mar era genial!



                                                Claudia Pruneda

Un día de ruta


Ayer fui a caminar por la Ruta del Alba.
¡Lo pasé genial!

Fueron catorce kilómetros. Cuando iba por el kilómetro dos o tres encontré a una señora que me dio un bastón tallado para caminar.

Un rato después llegamos a un área de descanso. También había cuatro o cinco cataratas y me hice fotos al lado de las ellas. Un chico, que también hacia la ruta me gastó bromas.

La parte que más me gustó fue la última, porque era todo el camino con piedras y había muchas cataratas en el río. Al llegar al final de la ruta, que estaba en un alto comimos compartiendo mesa con otra familia.

Al iniciar la ruta de vuelta y casi al final me tuve que descalzar porque me dolía la uña del pie. Después tomé un helado y subiendo al coche nos vinimos para casa.

¡¡Fue la mejor ruta!!  
¡¡LA TENEIS QUE HACER!!



                                                      Claudia Pruneda

                             
                                              Iniciando el camino


 A la orilla del río


                                                                  Posando con el bastón

                                                                Llegamos al kilómetro 4


                                                               En el área de descanso

                                                                    Seguimos caminando

                                                                Viendo una mariposa muerta

                                                                      Buscando truchas


                                                                   Una catarata

                                                                 Descansando

                                                                  Otra catarata

                                                                Falta poco para llegar

Reponiendo fuerzas



lunes, 12 de agosto de 2013

Había una vez una niña que se llamaba Caperucita Roja cuya mamá le dijo que fuese a casa de su abuelita porque estaba enferma y le tenía que llevar una cesta con chocolate, azúcar, pan y dulces.
caperucita roja
Antes de partir, la madre le dijo que llevase mucho cuidado por el bosque ya que se encontraba el lobo feroz. Un rato después de estar caminando, Caperucita se encontró con el lobo que le preguntó dónde iba. Caperucita le dijo que iba a llevar la cesta a casa de su abuela. En ese momento, el lobo le retó a hacer una carrera por dos caminos distintos. El cogería el camino más largo y le dejaría a ella el más corto para darle ventaja.
Caperucita aceptó y comenzó la carrera. Antes de que Caperucita llegase a la casa de la abuelita, el lobo ya había llegado y se había comido al abuelita. Al entrar caperucita vio a su abuela tumbada en la cama. Fue entonces cuando se acercó a abrazarla y le dijo:
  • Abuelita, que ojos más grandes tienes.
  • Son para verte mejor.
  • Abuelita, que orejas tan grandes tienes.
  • Son para oírte mejor.
  • Abuelita, abuelita, que nariz tan grande tienes.
  • Es para olerte mejor.
  • Abuelita, que boca tan grande tienes…
Y en ese mismo instante, el lobo se abalanzó sobre ella diciendo “¡Es para comerte mejor!”. Por mucho que Caperucita intentó escapar, el lobo se encontraba cada vez más cerca.
Durante su huida gritaba por lo que dos cazadores se acercaron a ver qué pasaba y le dispararon. Seguidamente sacaron a la abuelita del interior del estómago del lobo y Caperucita se dio cuenta de que nunca más debía desobedecer a su madre.

miércoles, 7 de agosto de 2013

El dragón que no podía echar fuego por la boca



Había una vez en un país muy  muy  muy lejano, donde vivía un dragón, que no sabía lanzar fuego por la boca.
Se sentía triste por ello y decidió ir a clases para aprender a lanzar fuego. Pasó un mes y dos mese y al tercer mes… el pequeño dragón seguía sin saber echar fuego. Preocupado, se lo dijo a su madre y ella no sabía que hacer para ayudarle.
Un día un dragón muy malo que llegó a la ciudad, los vio y como el pequeñín no sabía lanzar juego, lo cogió y lo encerró en un lugar oscuro y con murciélagos.
El pequeño dragón intento e intentó echar fuego…  ¡¡pero no podía!! No había comido nada desde hacía tres días y entonces al soplar muy fuerte de nuevo le salió una chispa de fuego y una gota de agua. Descubrió que era un dragón llamado “Aguafuego” y echaba agua por la boca y fuego por las orejas.  ¡¡Era el único dragón que podía hacerlo!!
Entonces, quemó y echó agua al dragón malo. Éste marchó corriendo hacia su país y “Aguafuego” se escapó y fue a ver a su madre. Le contó la historia alucinante que había vivido.
Desde ese día “Aguafuego” y sus amigos fueron felices y comieron lombrices, colorín, colorado este cuento se ha acabado y por la chimenea se ha esfumado.





Claudia Pruneda